La mañana del 17 de septiembre de 1973, era asesinado en Monterrey don Eugenio Garza Sada, sin duda el empresario más importante de su generación. Desde entonces hasta hoy no ha existido una versión oficial convincente sobre lo ocurrido aquella mañana.
La muerte de Garza Sada ha quedado como uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia reciente y como una historia en la que engarzan desde la aventura política de grupos armados radicales hasta especulaciones políticas del poder para restarle espacios a una iniciativa privada como la regiomontana que había crecido con parámetros y principios ideológicos diferentes a los del centro, una historia que incluye la participación de los servicios secretos infiltrados en los grupos que planearon y ejecutaron el asesinato, guerrilleros que trabajaban para esos servicios y otros que no sabían, en realidad, qué intereses estaban representando, acompañados por unos terceros que eran verdaderos novatos en esos ámbitos; una lucha de intereses económicos, políticos y comerciales que querían evitar la compra por parte de los grupos empresariales que representaba Garza Sada de medios de comunicación nacionales; una lucha ideológica que al mismo tiempo que se quería evitar el acercamiento de los empresarios del norte del país con Estados Unidos y se enarbolaba una política tercermundista y de apoyo a los llamados movimientos de liberación nacional, quería y necesitaba enlazarse a los principios de una estrategia antisubversiva que emanaba de Washington y que los combatía.
Todo eso y más estuvo en juego, participó en la conjura que terminó con la muerte de Eugenio Garza Sada. Una historia en la que confluye, además, el factor humano: la traición, la ambición, la inexperiencia, la ignorancia. Esta es la historia de su asesinato como la podemos conocer ahora, gracias, en buena medida, a la apertura de parte de los archivos de la antigua Dirección Federal de Seguridad (DFS). Ahí están reflejados los actores, los movimientos, los intereses en juego. Utilizamos también los medios de esa época y algunas investigaciones posteriores.
Se podrá argumentar que en estas páginas no está toda la verdad: es probable, se escondieron demasiado tiempo los testimonios, y muchos documentos, hasta el día de hoy continúan desparecidos, pero para tratar de conocer esa verdad hubo que llegar hasta las catacumbas, el drenaje profundo de un sistema político que, en aquellos días demostraba que había comenzado su inevitable deterioro y debía recurrir, cada vez más, a esos operadores de lo profundo para poder sobrevivir.
Y en ese contexto inevitablemente los testimonios, las historias, también terminan opacados, contaminados por su propio origen.
Pero esta es una parte central, ineludible de la verdad. La que permite explicar los porqués de una muerte absurda e injusta, pero también, una forma de hacer y entender la política que no ha muerto, que allí está.
De esta historia, muchos de cuyos protagonistas, siguen, de una u otra forma entre nosotros, debemos aprender, sobre todo, para no repetirla.
LOS ANTECEDENTES INMEDIATOS EN EL PAÍS
Desde poco más de un año y medio antes de que se diera el intento de secuestro y asesinato del empresario Eugenio Garza Sada, presidente del Consorcio Industrial Cervecería, corazón del llamado Grupo Monterrey, el 17 de septiembre de 1973, la Dirección Federal de Se- guridad sabía que se estaba organizando esa acción, tenía conocimiento de quiénes estaban participando en el comando que planificaba ese secuestro para obtener cinco millones de pesos y la liberación de un grupo de presos políticos como recompensa e incluso tenían, por lo menos, una persona infiltrada en ese grupo que le proporcionó informes precisos sobre quiénes y cómo pensaban realizar esa acción. Y no hizo nada para impedirlo.
En un documento desclasificado de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad, marcado con el expediente 11-219-972, en el legajo dos, hojas 46 y 47, actualmente en poder del Archivo General de la Nación (AGN), se encuentra un detallado informe enviado por un representante de la DFS en Monterrey, Ricardo Condelle Gómez y dirigido al “C. Director Federal de Seguridad” (entonces Luis de la Barreda Moreno) y titulado “Asunto: estado de Nuevo León: planes de secuestro de Eugenio Garza Sada y Alejandro Garza Lagüera”.
El documento está fechado el 22 de febrero de 1972, un año y medio antes de que el intento de secuestro del primero, que terminó en su asesinato, se materializara.
El presidente en funciones era Luis Echeverría Alvarez y el secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia: la DFS actuaba bajo órdenes estrictas de ambos funcionarios.
La historia que cuenta ese documento, y varios otros expedientes desclasificados de la DFS sobre el caso y que están en el AGN, especifican las investigaciones realizadas previas y posteriores al asesinato del empresario regiomontano y son una muestra clara de cómo las líneas entre los organismos de información e inteligencia política del Estado, algunos miembros de los grupos armados y la delincuencia común, se entremezclaban con jóvenes idealistas, revolucionarios profe- sionales e infiltrados que jugaban, en muchas ocasiones, a varios bandos.
Siempre la sociedad regiomontana sospechó que el asesinato de Garza Sada podía haber sido instigado u organizado desde el poder, cuando el presidente de la república era Luis Echeverría Álvarez. Hoy podemos afirmar con base en esta documentación que, por lo menos, la Dirección Federal de Seguridad tenía conocimiento preciso de que se estaban organizando esa acción desde un año y medio antes y no se tomó previsión alguna, ni siquiera se comunicó de esa posibilidad a los dos empresarios amenazados: los señores Garza Sada y Garza Lagüera.