Argentina: también la polarización

24.07.2023

Para Ana, Pablo, Ramiro y Enzo, extraordinarios anfitriones

Buenos Aires, Argentina. Estoy escribiendo estas líneas desde un país cada día más difícil de comprender que transcurre entre una crisis económica y a veces política interminable, de décadas, pero también de una calidad de vida marcada por la supervivencia de una maltratada clase media, que sigue permitiendo transitar por una ciudad maravillosa, limpia y relativamente segura, por lo menos para los estándares mexicanos.

Argentina está en pleno proceso electoral, enfrenta un capítulo más de la eterna crisis económica, y pese a la polarización, tan dura como la nuestra, con personajes que no resultan del todo confiables en el oficialismo y la oposición.

Cristina Fernández y López Obrador son tan opuestos en muchas cosas que se terminan pareciendo en el fondo. El peronismo y Morena también. En la oposición, como en México, hay personajes de todo tipo, desde la extrema derecha hasta liberales de izquierda, pero básicamente, como lo ha sido desde hace más de 70 años, la lucha es entre peronistas y anti peronistas con todas las gamas de color y de honestidad que se puedan encontrar en uno u otro bando.

El proceso electoral, sin embargo aparenta ser bastante más ordenado que el nuestro, por lo menos que el actual, más apegado a la ley y con menos intentos de manipulación que el que estamos viviendo nosotros. Es también más corto, menos caro y con mayor participación de la gente desde el proceso de elección de candidatos hasta los comicios en sí. El voto es obligatorio incluso en las primarias.

Lo que han hecho es establecer los que se llama las PASO, que son una suerte de primarias, donde cada fuerza política puede inscribir cuantas opciones quiera de precandidaturas, que hacen una campaña sin demasiadas ataduras. Y luego en una votación, insisto obligatoria para todos, en esta ocasión el 13 de agosto, la gente elige a los candidatos de su preferencia de cada lista partidaria.

Es una forma muy inteligente de hacer que en cada partido o alianza salga el candidato o candidata que realmente tenga más apoyo popular. Pero el mérito que tienen las PASO (un sistema que no estaría nada mal aplicar en México) es que también dos meses antes de las elecciones permite tener un panorama general de cómo se perfila la elección general. Esta será el 22 de octubre, dos meses después de las PASO y el ganador tiene que tener un 50 por ciento de los votos para convertirse en presidente, sino se va a una segunda vuelta que se efectuaría el 19 de noviembre entre los dos principales aspirantes.

Los mecanismos electorales se establecieron en 1994 y no han sido modificados y son respetados hasta hoy. En la Argentina, las elecciones nacionales son organizadas por la Dirección Nacional Electoral (DINE), que depende del Ministerio del Interior (es decir, del Gobierno), y por la Justicia Electoral, compuesta por los juzgados federales con competencia electoral de cada una de las 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y la Cámara Nacional Electoral.

Después de que se cierren las urnas, la DINE es la responsable del escrutinio provisorio  y de difundir estos resultados. La Justicia Electoral  tiene a su cargo el Registro Nacional de Electores (recordemos que la votación es obligatoria y cada persona en Argentina tiene un documento de identidad único obligatorio que es el que sirve para votar) y es coordinado por la Cámara Nacional Electoral (CNE) que depende de la justicia. La CNE que tiene tres integrantes .

La Justicia Electoral define los lugares de votación, el nombramiento de los responsable de las mesas y de supervisar la logística. La propia Justicia se encarga del escrutinio definitivo de los votos, que es el que tiene validez legal. Finalmente dirime los conflictos que pudieran existir. Y la CNE funciona como un tribunal de apelación después de que se pronuncien los jueces federales de cada jurisdicción.El sistema funciona bastante bien y ha permitido una alternancia política sin conflictos pese a la polarización política. Este año seguramente habrá alternancia. Por la principal oposición Juntos por el Cambio participan, Patricia Bullrich, una mujer que pasó de la extrema izquierda de Montoneros a posiciones de derecha dura, y el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, de posiciones más moderadas. La favorita es Bullrich. Por el oficialismo, Unión por la Patria, el actual ministro de economía, Sergio Massa, que combina la campaña con tratar de sostener la crisis económica y una nueva renegociación con el FMI que será esta misma semana, y va contra un dirigente social que tiene relación personal con el papa Francisco, que se llama Juan Grabois. Massa le lleva mucha ventaja.

Se supone que la elección será entre Bullrich y Massa. Hay un tercer personaje en discordia que se llama Javier Milei y que puede dar alguna sorpresa con un partido que se llama Libertad Avanza con posiciones que giran entre Trump, Bolsonaro y el ultra liberalismo económico.

No deja de ser fascinante para un observador externo, sobre todo de México, ver como la polarización política es muy similar a la nuestra, pero como se transita el proceso con leyes electorales laxas que se cumplen de forma estricta, sin la utilización de tantos recursos económicos y cómo todo eso transcurre en medio de una crisis económica, disimulada por el hecho de que la gente, ante lo imprevisible de su futuro, lo que gana literalmente lo consume, en una economía con cinco o seis cotizaciones diferentes del dólar y donde nadie sabe muy bien qué va a suceder mañana. Todo en una de las ciudades más bellas del mundo, rodeada, ahora, de un importante cinturón de pobreza.

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